Fue tan singular su forma de construir
un muro con su espalda
tal vez quería que yo me percatara,
con un desborde de celos,
la forma de lucir a cada hombre
un gran escote en su falda.
El propósito era tan evidente,
simulación de causa demente,
evitar a toda costa un contacto visual,
evitar que el amor se le saliera por los ojos
y decirme con su mirada que me extrañaba,
explosión de un fortuito ritual.
El odio es la enfermedad que corroe
las pupilas, hace perder la razón,
te miente, te engaña vilmente,
es locura, plagio de la cordura.
Ella se fue, entre risas y burlas
y yo no logro entender como es capaz de ello,
si en su cuerpo y en el mío
hay huellas -preciosa evidencia-,
que nos tacha de ser dos humanos
llenos de pasión en esencia.
Sinvergüenzas en exceso,
somos dos amantes por la tarde
y en nuestro silencio
acumulamos indirectas en cada receso.
Urge un beso de mentiras
–amalgama de labios-
Para colmar la situación de calma.
Urge ese beso sedante,
Para olvidar todo lo que paso
Tan solo por un instante.
© Fausto Morales. Todos los derechos reservados.
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